Cuando tenían 5 años él le cogió de la mano. Toda la clase iba en fila de dos hacia la piscina. Y desde entonces fueron muy buenos amigos. Los mejores.
Jugaron juntos, merendaron juntos, rieron, lloraron,… crecieron juntos.
Años mas tarde, y por motivos laborales de su padre, a ella la cambiaron de escuela. Tuvieron que ir a vivir a otra ciudad. Él se quedó muy triste, muy solo. Demasiado quizá, era su amiga, pero había algo mas que le dolía.
No entendía porque estaba tan triste. Los días se hacían largos, reía menos que antes, se aburría,… Jugar a baloncesto con sus compañeros tampoco le llenaba como antes. Ella no se perdía ningún partido y ahora no estaba allí, animándole .
Una noche que no podía dormir, cogió papel y bolígrafo, y se puso a escribir. No lo había hecho antes, pero su cuerpo parecía pedirle que pusiera por escrito lo que su estómago necesitaba expresar. Y así lo hizo.
Esa noche salieron recuerdos que parecían olvidados, salieron imágenes que parecían estar borradas, se rescataron lugares, personas, aromas, sabores, que ya ni recordaba que existían… Salieron verdades, alguna mentira, salieron momentos comidos y momentos mas tristes, pero salió todo. Lo mejor es que salieron sentimientos, y que no dejo ninguno dentro. Cuando acabó lo leyó de arriba abajo, varias veces. Añadió dos palabras mas y lo metió en un sobre. Al día siguiente se lo mandó.
Desde ese momento pudo dormir mucho mejor, volvió a disfrutar con sus compañeros, y empezó a vivir de nuevo.
Años mas tarde, él salía del trabajo y se encontró con ella. Los recuerdos que le vinieron a la mente fueron centenares en cuestión de segundos. Se abrazaron, y empezaron a hablar como si se hubieran visto el día anterior. Se tomaron un café, o tres, fueron a cenar y se despidieron. Antes de separarse de nuevo, ella le dio las gracias por esa carta. Y le dijo, mientras le cogía la mano: “Yo también te quiero”.
Puede que a nadie le importara, puede que nadie lo supiera nunca, pero ellos siempre sabrían que todo empezó cuando tenían 5 años y el le cogió de la mano.
Jugaron juntos, merendaron juntos, rieron, lloraron,… crecieron juntos.
Años mas tarde, y por motivos laborales de su padre, a ella la cambiaron de escuela. Tuvieron que ir a vivir a otra ciudad. Él se quedó muy triste, muy solo. Demasiado quizá, era su amiga, pero había algo mas que le dolía.
No entendía porque estaba tan triste. Los días se hacían largos, reía menos que antes, se aburría,… Jugar a baloncesto con sus compañeros tampoco le llenaba como antes. Ella no se perdía ningún partido y ahora no estaba allí, animándole .
Una noche que no podía dormir, cogió papel y bolígrafo, y se puso a escribir. No lo había hecho antes, pero su cuerpo parecía pedirle que pusiera por escrito lo que su estómago necesitaba expresar. Y así lo hizo.
Esa noche salieron recuerdos que parecían olvidados, salieron imágenes que parecían estar borradas, se rescataron lugares, personas, aromas, sabores, que ya ni recordaba que existían… Salieron verdades, alguna mentira, salieron momentos comidos y momentos mas tristes, pero salió todo. Lo mejor es que salieron sentimientos, y que no dejo ninguno dentro. Cuando acabó lo leyó de arriba abajo, varias veces. Añadió dos palabras mas y lo metió en un sobre. Al día siguiente se lo mandó.
Desde ese momento pudo dormir mucho mejor, volvió a disfrutar con sus compañeros, y empezó a vivir de nuevo.
Años mas tarde, él salía del trabajo y se encontró con ella. Los recuerdos que le vinieron a la mente fueron centenares en cuestión de segundos. Se abrazaron, y empezaron a hablar como si se hubieran visto el día anterior. Se tomaron un café, o tres, fueron a cenar y se despidieron. Antes de separarse de nuevo, ella le dio las gracias por esa carta. Y le dijo, mientras le cogía la mano: “Yo también te quiero”.
Puede que a nadie le importara, puede que nadie lo supiera nunca, pero ellos siempre sabrían que todo empezó cuando tenían 5 años y el le cogió de la mano.