Que aburrimiento! No se podía sacar ese pensamiento de la cabeza “Que aburrimiento!”. Hacia días que no salía de casa. Las inclemencias del tiempo les habían dejado encerrados en casa durante días. Parecía que allí arriba hubiera un funeral de estado porque el cielo no dejaba de llorar y, la lluvia, hacia impracticable salir a dar un paseo.
Por suerte el sofá era cómodo. El sofá en el que se habían tumbado tantos días de no hacer nada, tantas tardes de desconexión del resto del mundo. Ese sofá, ya gastado que olía a ellos. Que, si pudiera hablar, contaría historias de juergas que se alargaban hasta bien entrada la madrugada, que vio pasar un sinfín de acompañante de una noche, y de alguna compañía algo mas duradera. Contaría con detalle discusiones, risas, penas y glorias. Que se había pegado maratones de Netflix de series infectas, que había sido cenicero de porros y puros, que había sido salpicado por babas y birra, que guardaba pelos largos, cortos y artificiales. Que había ayudado a ponerse bien durante enfermedades, y pasar penas cuando no había consuelo.
Pero, aunque ese sofá era genial, mirarse el uno al otro y solo encontrar la mirada triste del otro por no tener otra alternativa no era precisamente algo que pudiera animar a nadie. Cuando uno ofrecía jugar, el otro no quería, y cuando al otro le apetecía el otro no estaba para ello.
Y el miraba por la ventana como no dejaba de llover. Y se repetía “Que aburrimiento!”. Se estaba haciendo largo pero sabia que algún día pararía de llover y volverían a la rutina de antes. Solo tocaba esperar, un poco mas, pero esperar. Aunque no lo dudéis: Aunque era un perro, para el también era duro.
Por suerte el sofá era cómodo. El sofá en el que se habían tumbado tantos días de no hacer nada, tantas tardes de desconexión del resto del mundo. Ese sofá, ya gastado que olía a ellos. Que, si pudiera hablar, contaría historias de juergas que se alargaban hasta bien entrada la madrugada, que vio pasar un sinfín de acompañante de una noche, y de alguna compañía algo mas duradera. Contaría con detalle discusiones, risas, penas y glorias. Que se había pegado maratones de Netflix de series infectas, que había sido cenicero de porros y puros, que había sido salpicado por babas y birra, que guardaba pelos largos, cortos y artificiales. Que había ayudado a ponerse bien durante enfermedades, y pasar penas cuando no había consuelo.
Pero, aunque ese sofá era genial, mirarse el uno al otro y solo encontrar la mirada triste del otro por no tener otra alternativa no era precisamente algo que pudiera animar a nadie. Cuando uno ofrecía jugar, el otro no quería, y cuando al otro le apetecía el otro no estaba para ello.
Y el miraba por la ventana como no dejaba de llover. Y se repetía “Que aburrimiento!”. Se estaba haciendo largo pero sabia que algún día pararía de llover y volverían a la rutina de antes. Solo tocaba esperar, un poco mas, pero esperar. Aunque no lo dudéis: Aunque era un perro, para el también era duro.