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NOTAS VARIAS

Nueva vida

3/27/2020

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Una nueva vida… Que bien sonaban esas palabras. Una nueva vida, se repetía. No sabia lo que iba a suceder pero estaba entusiasmado por la idea. Tras años ganando un buen sueldo, exprimiendo su talento para identificar el sexo de los pollos, iba a dejar ese trabajo, agarraría sus cosas y se iría a vivir a la ciudad.
No podía evitar sentir nerviosismo por la decisión tomada, pero eso no iba a impedir dejar todo lo conocido atrás y aventurarse en una experiencia que, seguramente, le cambiaria para siempre. Ni la amenaza de su pareja le pudo frenar. No dudó en cortar esa relación que lo anclaba a una falsa seguridad.
Llegó a la estación con tanta antelación que pudo recordar con nostalgia muchos momentos de su vida. Algunos tristes, otros felices, muchos que olvidaría en breve y otros imborrables ya.
Al fin el tren llegó. Subió, encontró su asiento y se quedó dormido. Los nervios y la anticipación no le habían permitido dormir ni descansar bien desde hacia días.
La voz de la megafonía del tren, avisando de la proximidad del destino final, le despertó. Justo a tiempo para observar la luz de la ciudad bajo una manta de estrellas.
La emoción inundaba cada parte de su ser. Desde la punta de los dedos que se estiraban en sus zapatos, hasta sus ojos llorosos por esa mezcla de nostalgia, incertidumbre, y deseo.
El tren llegó a la estación de destino. Había llegado a su nuevo hogar. a modo de presentación caminó hasta su nueva residencia. Una primera toma de contacto en la que pudo sentir el palpitar de la urbe, los olores de los callejones, el sonido de la noche. Pudo ver a gente que no aprecia valorar lo que él había ansiado vivir durante tanto tiempo. Fue una primera experiencia bonita. Una primera vez que no olvidaría.
Llegó al apartamento que había alquilado y, sin deshacer el equipaje miró por la ventana, antes de acostar-se. Se sentía cansado pero se sentía bien. Durmió como un bebé, con esa inocencia de sentirse en casa por primera vez, de sentir un calor nuevo,…
Al día siguiente, al despertar, rápidamente puso los pies en el suelo y volvió a mirar el paisaje.
Que bonito amanecer. Que bonita sensación para empezar el primer día. El primer día de su nueva vida.
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Lo comparto

3/26/2020

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Hoy no es un cuento. Hoy no es ficción. Hoy es tan simple como explicar como estoy, como me siento.
Llevamos casi dos semanas de encierro. Dentro de lo que cabe, lo llevo bien. Mis familiares y amigos están bien y eso me tranquiliza. Salgo a pasear a la perra y ya está. Me he puesto una rutina que sigo bastante bien (gracias Ana!), busco tiempo para desconectar, para entretenerme con algo mas ameno. A veces escribo, a veces escucho música, una película aquí, unos capítulos allá… Navego por las redes y veo que la gente esta bien. Algunos no tanto, de hecho, hay gente que esta muy cabreada, y es normal (en parte) pues la situación es dura. Otros por el otro lado, parecen estar eufóricos y son mas felices que nadie haciendo sus fiestas, o sonriendo a la vida. Las dos opciones me parecen bien y comprensibles.
Como casi siempre, me siento en un punto medio. No estoy cabreado con el mundo pero tampoco estoy tan feliz como para celebrar cualquier cosa.
Para que engañaros, tengo miedo. Si. Lo tengo. Tengo miedo de lo que pasará, de como se solucionará, de cuando,… Sufro con las noticias de aquí y del resto del mundo. Me sabe mal por los que están muriendo y por sus familiares. Me preocupa que va a pasar cuando esto pase, y tengamos que hacer frente a otros problemas que vendrán…
Hay momentos que me invade mucha tristeza, intento que no vaya a mas, pero cuando eso pasa es cuando me doy cuenta de lo solo que me siento, de lo que echo de menos poder hablar con la gente que aprecio, y echo de menos saber que nos podemos ver en algún momento, y hablar de cosas que ahora no podemos hacer, y sentarnos en una terraza y respirar el aire contaminado de la ciudad, que ahora mataríamos por respirar. Incluso echo de menos los turistas que invadían las calles de Barcelona. Echo de menos las miradas, los aromas, los perfumes, los malos olores también, los gritos, las palabras dulces, las conversaciones alegres, y las que no llevaban a ningún sitio. El estrés de la ciudad, el ir al cine, al teatro, a casa de alguien. Cenar en un restaurante y tomar una cerveza en local siguiente…  El saludar a un amigo, la palmadita en la espalda de un profesor, el abrazo de alguien querido, el besar con un “Hola” o un “Adiós”… Si. Lo echo de menos. Supongo que como mucha gente. Pero como parece que nadie lo dice pues lo digo yo.
Y es que, disculpadme que lo comparta pero creo que es sano que lo podamos hablar abiertamente. Porque hacer zumba con una pantalla esta bien, o ver conciertos que cierto artista haga desde el comedor de su casa es curioso,… Pero en algún momento hay que soltar lastre y que mejor manera que compartir inquietudes, problemas y angustias. Como hacíamos antes, como volveremos a hacer.


Insisto, lo llevo bien… Dentro de lo que cabe. Y lo comparto.

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Su Momento

3/23/2020

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No era el mejor día. No eran las mejores condiciones. Tenia miedo. Pero tenia ganas. Estaba decidido. Lo iba a hacer, dándolo todo.
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Y empezó a caminar. El camino no era recto, ni plano. El objetivo era llegar hasta arriba. Con el, todo lo que creía que le iba a ser útil. Ropa cómoda, una brújula, agua, y varios objetos en su mochila impermeable.
El primer tramo fue sencillo. Fue una toma de contacto con el terreno. Se acostumbró a pisar donde debía y eso le ayudo a ganar seguridad para los cambios que vendrían. Respiraba tranquilo, aunque mantenía la tensión para que nada le pillara desprevenido.

Ya en el segundo segmento la aventura empezó a ponerse interesante. La presión empezaba a notarse y no respiraba igual de bien. Los pasos comenzaban a ser mas cortos y tuvo que hacer alguna parada. En una de ellas, cogió su diario para apuntar pensamientos que le venían a la mente. Mientras lo hacía, se dijo:
-Para que quiero yo todo esto?
Y lo dejó allí.
Sin ese peso, sin sus notas, sin sus recuerdos escritos, pudo seguir, mas ligero hasta el objetivo final.

Ya en la tercera etapa, sintiéndose mas ligero, notaba el cansancio aunque la ilusión por el viaje que estaba haciendo era mas poderoso. Sintió que debía parar y comer. Y así lo hizo. Se sentó en una roca, y saco de la mochila un hornillo, la cacerola, y una lata de comida en conserva. Lo calentó y se lo sirvió en el plato que tenia. El aroma de la comida atrajo a animales de la zona que aparecieron a su alrededor, Ardillas, conejos, una familia de jabalíes… Un público muy variopinto que parecía disfrutar viéndole comer. Entre todos los asistentes, le llamó la atención un tejón y su cría. Ésta parecía no estar bien. Parecía tener hambre. El miró su plato y se dijo:

-No lo necesito. Puedo espabilarme yo solo.

Cogió el plato y lo dejó ahí para que el pequeño tejón lo disfrutara. También dejó sus provisiones ahí para que los demás tuvieran su parte.
El cogió una manzana de un árbol y se la comió mientras recordaba lo feliz que el animal estaba al comer y lo bien que se había sentido haciéndolo.

La cima se veía cerca, aunque aun quedaba la parte mas difícil del viaje. El tramo era abrupto y empinado, y el frío empezaba a ser considerable. Sacó de su mochila una chaqueta. Aún se sentía pesado. Pero no estaba convencido de dejar nada mas. Ya había dejado muchas cosas por el camino y, aunque se sentía bien, no quería dejar mas cosas atrás. Volvió a mirar hacia arriba. Vio como el sol iluminaba el sitio al que tenía marcado llegar.
Estaba a punto de conseguirlo. Para que necesitaba mas ropa? Para sentirse mas protegido? La dejó ahí. Para que necesitaba una navaja ahora? Era jugársela a lastimarse ahora, tan cerca del final, También la dejó. Ya había dejado atrás el peso muerto de sus recuerdos, y se liberó de la dependencia en forma de comida que el mismo pudo gestionar por el camino. La brújula le servia por si se perdía pero… como se iba a perder si ya sabia donde iba? Ahí se quedo. Entonces, de que le servía tanta mochila.
​Se deshizo de ella. Y sin mirar atrás empezó a escalar. Un pie tras otro, una mano y después la siguiente. Solo mirando hacia adelante. Y así, poco a poco, pero seguido, se plantó en la cima. Donde había querido llegar. Lo había conseguido. Contempló las vistas. Nunca pensó que pudiera ver algo tan bonito. Respiró hondo, lloró de alegría por el esfuerzo realizado y se felicitó por ello.


No sabía cuál seria el próximo reto, pero si había conseguido éste, lo que viniera también lo podría superar.

No era el mejor día. No eran las mejores condiciones. Tenia miedo. Pero tenia ganas. Estaba decidido. Lo iba a hacer, dándolo todo…

Y lo hizo. ​

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Familia

3/20/2020

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​-Mamá! Papá! Ya es la hora! Ya empieza!.- gritaba Matías con mucha ilusión.
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Ya habían pasado siete días desde el ultimo programa. Era el mejor momento de la semana para él. Entre la escuela, las clases de piano, las clases de natación, los deberes,… No tenia tiempo para disfrutar de su programa favorito. Ese concurso era genial para Mati. Pero lo mejor no era que saliera gente conocida a la que admiraba, o que le hiciera reír un tipo vestido de mexicano a lomos de un burro,… Lo mejor para el era poder estar con sus padres. Los tres juntos al fin.
Inés, su madre, no siempre podía estar en casa por los turnos en el hospital, y su padre, Jaime, se traía todo el papeleo que no había podido terminar durante el día.
El pequeño (que siempre decía que no era pequeño, “que ya soy mayor!”) deseaba que llegara esa noche para poder estar con los dos. Para poder estar los tres juntos. Para poder reir, para verles sonreír y sentirles cerca para variar.
Los dos adultos vivían juntos sus vidas separadas. Eran mas compañeros de piso que una familia, o así lo sentían a veces. Llegaban a casa y necesitaban buscar un espacio para aislarse el uno del otro. Y Matías lo veía, lo notaba. Cuando escuchaba como se hablaban a escondidas en la cocina, cuando Inés llegaba por la mañana, o cuando Jaime despotricaba en su despacho.


Esa noche Jaime le había pedido disculpas a Inés mil veces, pero ella ya estaba harta. No podía mas. Necesitaba aire, necesitaba espacio, necesitaba libertad… No se podía alargar lo insoportable. Ni por ella, ni por su marido,… ni tan siquiera por Matías. El único nexo que ya existía entre ellos dos. Se lo habían dicho todo cuando, desde la sala de estar, escucharon:
-Mamá! Papá! Ya es la hora! Ya empieza!.
Los dos se miraron, se secaron las lagrimas, y respiraron profundamente, antes de salir por última vez juntos de esa habitación.
Los tres compartieron ese momento juntos, por última vez. Ninguno lo olvidó jamas. Jaime, siempre lo recordó por la frustración de no poder ser mejor esposo y padre. Inés, por haber tomado una decisión tan importante y que, con el tiempo, fue positiva para ella. Matías siempre guardó esa noche como la última noche que tuvo una familia.
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Su Historia

3/19/2020

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​Cuando tenían 5 años él le cogió de la mano. Toda la clase iba en fila de dos hacia la piscina. Y desde entonces fueron muy buenos amigos. Los mejores.
Jugaron juntos, merendaron juntos, rieron, lloraron,… crecieron juntos.
Años mas tarde, y por motivos laborales de su padre, a ella la cambiaron de escuela. Tuvieron que ir a vivir a otra ciudad. Él se quedó muy  triste, muy solo. Demasiado quizá, era su amiga, pero había algo mas que le dolía.
No entendía porque estaba tan triste. Los días se hacían largos, reía menos que antes, se aburría,… Jugar a baloncesto con sus compañeros tampoco le llenaba como antes. Ella no se perdía ningún partido y ahora no estaba allí, animándole .


Una noche que no podía dormir, cogió papel y bolígrafo, y se puso a escribir. No lo había hecho antes, pero su cuerpo parecía pedirle que pusiera por escrito lo que su estómago necesitaba expresar. Y así lo hizo.
Esa noche salieron recuerdos que parecían olvidados, salieron imágenes que parecían estar borradas, se rescataron lugares, personas, aromas, sabores, que ya ni recordaba que existían… Salieron verdades, alguna mentira, salieron momentos comidos y momentos mas tristes, pero salió todo. Lo mejor es que salieron sentimientos, y que no dejo ninguno dentro. Cuando acabó lo leyó de arriba abajo, varias veces. Añadió dos palabras mas y lo metió en un sobre. Al día siguiente se lo mandó.
Desde ese momento pudo dormir mucho mejor, volvió a disfrutar con sus compañeros, y empezó a vivir de nuevo.


Años mas tarde, él salía del trabajo y se encontró con ella. Los recuerdos que le vinieron a la mente fueron centenares en cuestión de segundos. Se abrazaron, y empezaron a hablar como si se hubieran visto el día anterior. Se tomaron un café, o tres, fueron a cenar y se despidieron. Antes de separarse de nuevo, ella le dio las gracias por esa carta. Y le dijo, mientras le cogía la mano: “Yo también te quiero”.


Puede que a nadie le importara, puede que nadie lo supiera nunca, pero ellos siempre sabrían que todo empezó cuando tenían 5 años y el le cogió de la mano.
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Otro dia, al fin y al cabo

3/18/2020

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Podía ser un día largo o breve. Bueno o malo. Pesado o llevadero. Pero iba a ser otro día vivido.


Se despertó. Bostezó y se estiró como si fuera un gato perezoso. Como cada día volvió a aprender a andar de camino al cuarto de baño, donde entró en contacto con su lado mas primario.
Miró por la ventana mientras se vestía para ir al trabajo. Vio gente que amenizaba la rutina matutina con gritos, colgando ropa interior en el balcón y una pareja ya entrados en los cuarenta mostrando su amor con besos de adolescente.
Se preparó un desayuno potente, para aguantar hasta el mediodía. Cogió lo esencial, nada sobraba, y cerró la puerta del piso con ganas de no hacerlo.
Lidió con esa vecina que siempre quería hablar del tiempo. “Hay un invento llamado televisor y otro que se llama radio” pensaba él cada día, con ganas de mandarla a paseo.
Caminó, medio cegado por el sol, hasta la parada del autobús. Llegó el que le iba a llevar al trabajo y se sintió como un animal de camino al matadero, junto a mas personas que parecían estar en coma mirando las pantallas de sus teléfonos, solo levantando la cabeza para pedir mas espacio de mala gana
Pasó la jornada laboral en su cubículo, hablando con desconocidos que le trataban como si fueran viejos conocidos, deseando salir de ahí y volver a entrar por la puerta de su piso, la que había cerrado con tan pocas ganas.
Tuvo que soportar a clientes, compañeros de trabajo pesados, jefes y jefas que andaban con aires de superioridad, como si hubieran descubierto la cura contra el cáncer, pero que solo sabían como meter mas presión con vaselina.
Al fin llegó el final de la jornada y salió por la puerta de esa prisión donde le pagaban un sueldo, con la rapidez de una gacela y evitó a cualquier otro ser humano con unos reflejos felinos.
Llegó por fin a su hogar y cerró esa puerta desde el otro lado al mismo tiempo que suspiró por estar a salvo de cualquier ser o situación incomoda y desagradable.
Era feliz en su casa, era feliz mirando por la ventana, era feliz sabiendo que había un mundo ahí fuera. Un mundo del que podía escapar y esconderse.
Sabia que al día siguiente tendría que volver a hacerlo, pero le daba igual. Sabia que, al final del día, daría las gracias por poder escapar otra vez.


Porque podía ser un día largo o corto. Bueno o malo. Pesado o llevadero. Pero iba a ser otro día vivido.
edit.

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