-Mamá! Papá! Ya es la hora! Ya empieza!.- gritaba Matías con mucha ilusión.
Ya habían pasado siete días desde el ultimo programa. Era el mejor momento de la semana para él. Entre la escuela, las clases de piano, las clases de natación, los deberes,… No tenia tiempo para disfrutar de su programa favorito. Ese concurso era genial para Mati. Pero lo mejor no era que saliera gente conocida a la que admiraba, o que le hiciera reír un tipo vestido de mexicano a lomos de un burro,… Lo mejor para el era poder estar con sus padres. Los tres juntos al fin.
Inés, su madre, no siempre podía estar en casa por los turnos en el hospital, y su padre, Jaime, se traía todo el papeleo que no había podido terminar durante el día.
El pequeño (que siempre decía que no era pequeño, “que ya soy mayor!”) deseaba que llegara esa noche para poder estar con los dos. Para poder estar los tres juntos. Para poder reir, para verles sonreír y sentirles cerca para variar.
Los dos adultos vivían juntos sus vidas separadas. Eran mas compañeros de piso que una familia, o así lo sentían a veces. Llegaban a casa y necesitaban buscar un espacio para aislarse el uno del otro. Y Matías lo veía, lo notaba. Cuando escuchaba como se hablaban a escondidas en la cocina, cuando Inés llegaba por la mañana, o cuando Jaime despotricaba en su despacho.
Esa noche Jaime le había pedido disculpas a Inés mil veces, pero ella ya estaba harta. No podía mas. Necesitaba aire, necesitaba espacio, necesitaba libertad… No se podía alargar lo insoportable. Ni por ella, ni por su marido,… ni tan siquiera por Matías. El único nexo que ya existía entre ellos dos. Se lo habían dicho todo cuando, desde la sala de estar, escucharon:
-Mamá! Papá! Ya es la hora! Ya empieza!.
Los dos se miraron, se secaron las lagrimas, y respiraron profundamente, antes de salir por última vez juntos de esa habitación.
Los tres compartieron ese momento juntos, por última vez. Ninguno lo olvidó jamas. Jaime, siempre lo recordó por la frustración de no poder ser mejor esposo y padre. Inés, por haber tomado una decisión tan importante y que, con el tiempo, fue positiva para ella. Matías siempre guardó esa noche como la última noche que tuvo una familia.
Ya habían pasado siete días desde el ultimo programa. Era el mejor momento de la semana para él. Entre la escuela, las clases de piano, las clases de natación, los deberes,… No tenia tiempo para disfrutar de su programa favorito. Ese concurso era genial para Mati. Pero lo mejor no era que saliera gente conocida a la que admiraba, o que le hiciera reír un tipo vestido de mexicano a lomos de un burro,… Lo mejor para el era poder estar con sus padres. Los tres juntos al fin.
Inés, su madre, no siempre podía estar en casa por los turnos en el hospital, y su padre, Jaime, se traía todo el papeleo que no había podido terminar durante el día.
El pequeño (que siempre decía que no era pequeño, “que ya soy mayor!”) deseaba que llegara esa noche para poder estar con los dos. Para poder estar los tres juntos. Para poder reir, para verles sonreír y sentirles cerca para variar.
Los dos adultos vivían juntos sus vidas separadas. Eran mas compañeros de piso que una familia, o así lo sentían a veces. Llegaban a casa y necesitaban buscar un espacio para aislarse el uno del otro. Y Matías lo veía, lo notaba. Cuando escuchaba como se hablaban a escondidas en la cocina, cuando Inés llegaba por la mañana, o cuando Jaime despotricaba en su despacho.
Esa noche Jaime le había pedido disculpas a Inés mil veces, pero ella ya estaba harta. No podía mas. Necesitaba aire, necesitaba espacio, necesitaba libertad… No se podía alargar lo insoportable. Ni por ella, ni por su marido,… ni tan siquiera por Matías. El único nexo que ya existía entre ellos dos. Se lo habían dicho todo cuando, desde la sala de estar, escucharon:
-Mamá! Papá! Ya es la hora! Ya empieza!.
Los dos se miraron, se secaron las lagrimas, y respiraron profundamente, antes de salir por última vez juntos de esa habitación.
Los tres compartieron ese momento juntos, por última vez. Ninguno lo olvidó jamas. Jaime, siempre lo recordó por la frustración de no poder ser mejor esposo y padre. Inés, por haber tomado una decisión tan importante y que, con el tiempo, fue positiva para ella. Matías siempre guardó esa noche como la última noche que tuvo una familia.