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NOTAS VARIAS

No hay Mal...

4/27/2020

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Voy a ser muy directo: Tener problemas en el músculo esternocleidomastoideo es una puta mierda. No te permite hacer nada! Que? Que no sabéis que es el músculo esternocleidomastoideo? Bueno, yo tampoco lo sabia hasta que fui al medico y me lo dijo. Es curioso, porque no me acuerdo de los nombres de la gente que acabo de conocer pero este si que me quedó. esternocleidomastoideo… Curioso.

El caso que es que, y para que me entendáis, tengo torticolis. Y no puedo hacer casi nada. No era consciente de lo mucho que necesito mover el cuello en mi día a día…
Cuando me llaman, no puedo sujetar el teléfono entre la cabeza y el hombro. el otro día lo intente y se me cayó el dispositivo que cuesta tanto o mas, que algunos alquileres de la ciudad.
Incluso para algo tan relajante como tomarme una copita de vino mientras escucho un concierto de la filarmónica de Viena, no puedo. Siempre veo las estrellas apurando el culo de la copa… Es totalmente frustrante. Maldito esternocleidomastoideo…
Hasta ponerme un calcetín es una aventura de proporciones épicas por Dios!

Cierto es que últimamente he pasado por un periodo de cierto estrés y supongo que se me ha acumulado mucha tensión ahí. El trabajo, Rebeca (mi chica), los problemas de digestión de mi pastor alemán y algún vecino que parece que celebre el fin de año cada fin de semana… También he estado muy introspectivo y retrospectivo, y, porque engañarnos, mirar atrás no siempre es bonito. de hecho, mirar atrás me ha dolido mucho últimamente… En todos los sentidos…
​

Ahora que lo pienso… Quizá es una señal… Quizá esta inflamación del esternocleidomastoideo, que me ha dejado mas rígido que un calabacín, es un aviso o un consejo… o lo que sea,… para que me deje de bobadas, que deje el pasado en paz y me centre en el aquí, el ahora y en mirar hacia adelante. ​
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adelante

4/20/2020

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14 días, 7 horas y 24 minutos. Ese era el tiempo que había pasado desde la ultima vez que había interactuado con otro ser humano. Solo, en medio de ese desierto el mundo le parecía mas grande, la vida mas larga, y los problemas domésticos, menos problemas. En ese lugar ya poco importaba el precio del gas, o si el vecino hacia zumba a primera hora de la mañana. Nada se podía ver del mismo modo nada de lo que antes le parecía normal. No se podía ver ni a el mismo con la misma lente. Hasta ese viaje, el se veía como un cobarde, sumiso, producto de una vida intentando agradar a los otros. Sin ofender a nadie, ni levantando la voz. Callando aunque estuviera gritando por dentro. No haciendo daño a nadie, menos a él mismo.
El reto que le lanzó su hermana parecía estar dando resultado. Salir de su casa, su calle, su ciudad. Cargarse una mochila a la espalda y recorrer algún sitio exótico, que fuera nuevo para él. Sin saber muy bien porque lo había aceptado. Bueno, si que lo sabia. Por no decir que no a la chica. Caminaba y caminaba, y pensaba y pensaba. Por la noche, se tumbaba al calor de una hoguera, y contemplaba las estrellas, que brillaban mas en esos lares. Pensaba en como había llegado hasta ese punto. No todo le parecía bien. De hecho, mas de un día iba a dormir enfadado o triste. Pero al final se dormía, y al amanecer no tenia mas remedio que seguir adelante. Y lo hacia. Estaba solo, y no podía hacer nada para solucionarlo. Alguien dijo alguna vez que es en soledad cuando estamos menos solos. En su caso, así era. Ni alguna rata solitaria que se acercaba, atraída por el calor y el olor a comida, era una compañía que le llenase. No estaba orgulloso de el, ni de su vida pero al menos había podido llegar a ese momento y darse cuenta de ello. De que era capaz de despertarse cada día y seguir adelante, que podía cargar la mochila y no quedarse quieto, y, lo mas importante, que aunque no tuviera a nadie cerca, siempre se tendría a si mismo. ​
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Aburrimiento

4/14/2020

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Que aburrimiento! No se podía sacar ese pensamiento de la cabeza “Que aburrimiento!”. Hacia días que no salía de casa. Las inclemencias del tiempo les habían dejado encerrados en casa durante días. Parecía que allí arriba hubiera un funeral de estado porque el cielo no dejaba de llorar y, la lluvia, hacia impracticable salir a dar un paseo.
Por suerte el sofá era cómodo. El sofá en el que se habían tumbado tantos días de no hacer nada, tantas tardes de desconexión del resto del mundo. Ese sofá, ya gastado que olía a ellos.  Que, si pudiera hablar, contaría historias de juergas que se alargaban hasta bien entrada la madrugada, que vio pasar un sinfín de acompañante de una noche, y de alguna compañía algo mas duradera. Contaría con detalle discusiones, risas, penas y glorias. Que se había pegado maratones de Netflix de series infectas, que había sido cenicero de porros y puros, que había sido salpicado por babas y birra, que guardaba pelos largos, cortos y artificiales. Que había ayudado a ponerse bien durante enfermedades, y pasar penas cuando no había consuelo.
Pero, aunque ese sofá era genial, mirarse el uno al otro y solo encontrar la mirada triste del otro por no tener otra alternativa no era precisamente algo que pudiera animar a nadie. Cuando uno ofrecía jugar, el otro no quería, y cuando al otro le apetecía el otro no estaba para ello.
Y el miraba por la ventana como no dejaba de llover. Y se repetía “Que aburrimiento!”. Se estaba haciendo largo pero sabia que algún día pararía de llover y volverían a la rutina de antes. Solo tocaba esperar, un poco mas, pero esperar. Aunque no lo dudéis: Aunque era un perro, para el también era duro.
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21 dias

4/8/2020

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Esa mañana, bajó al pueblo. Vivía con su maestro en una cabaña, en lo alto de un acantilado y el anciano iba a comprar al mercado. Pero ese día le pidió a la chica que fuera ella. Katja tenia 15 años y obedecía sin rechistar. Nunca se planteó otra opción que no fuera la de hacer lo que el viejo le pedía. A cambio, él se encargaba de que ella tuviera todo el aprendizaje que necesitaba para enfrentarse al mundo.
Así Katja caminó hacia el pueblo. Había salido el sol, pero aun hacia frío, y la ropa, hecha a partir de sacos viejos no la protegía de esa temperatura matinal.
Cuando llegó al pueblo se dirigió a la plaza donde se celebraba el mercado. Gentes de regiones cercanas se encontraban para intercambiar bienes, palabras, alguna sonrisa y miles de historias. A medida que Katja se perdía en las calles del pueblo, iba encontrando cada vez mas gente, y notaba que susurraban a su paso:
- Mirad! Es Katja la niña del anciano.
- Que hace aquí?
- Mira como viste. No le daba importancia. Estaba demasiado nerviosa por cumplir el encargo para su maestro.
Ya en el mercado fue llenando la cesta de víveres varios. La gente se apartaba a su paso y evitaban mirarla a la cara. Katja recogió todo lo que necesitaba y volvió a casa. Ya no hacia tanto frío pero la chica tampoco notaba diferencia, el dolor que sentía por la reacción de la gente era superior cualquier otra.
Al llegar a la cabaña, le entregó la cesta al anciano, y este le preguntó:
- Como ha ido?
Le explicó lo sucedido y el maestro respondió:
- Felicidades!
- Por qué, maestro?
- Veras, Katja, esa gente siempre despierta a la misma hora, vive cada día igual que el anterior, y ya olvidaron disfrutar lo bonito que es conocer algo nuevo. Ese orden en el que viven les ha robado el alma. Hoy, tu visita, les ha desordenado. Les ha proporcionado un poco de caos. Les has devuelto un poco de su alma. Katja no sabia que decir ni que pensar.
- Mañana volverás.- dijo el maestro.
- No. No quiero.- contestó ella. Aunque, por primera vez, le había dicho que no a su protector, Katja acabó accediendo a la petición de éste y, al día siguiente volvió al pueblo y volvió a sentir las voces, los susurros, y la incomodidad. Durante 21 días el viejo hizo que la chica fuera al pueblo a pesar de no pasarlo bien. Por 21 días Katja mostró una perseverancia mas digna de una mujer que de una niña.
El día 21, Katja no regresó a casa hasta la puesta de sol. El maestro estaba preocupado, pues nunca se había retrasado. Cuando por fin llegó, la joven pidió perdón al maestro. Este se quedó desconcertado al ver que Katja no parecía afectarle la regañina que le estaba dando. En su cara se podía ver una emoción muy distinta, nunca vista hasta entonces en ella.
Esa mañana había ido al pueblo y, al ir a comprar fruta, unos niños tropezaron con ella. La gente que lo vio se interesó por su estado y eso desencadenó que, en lugar de murmurar empezaran a hablar con ella y la invitaran a comer, y pudiera jugar con otros niños y niñas. Y todos estuvieron mas contentos y alegres.
-Muy bien.- dijo el maestro.- Has realizado lo que te encargué con éxito. Por fin esa gente ha aceptado que los cambios no tienen que ser malos. Lo importante es adaptarse y aprender de ellos. Como te ha pasado a ti.
- A mi?
- Si. El cambio de salir de esta casa e ir al pueblo te daba miedo, y ahora el pueblo también es tu casa. Te has adaptado y has aprendido. Has cambiado. y mírate, eres mas feliz.
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Final

4/7/2020

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​-Pasen! Pasen! Pasen y vean!


Así daba la bienvenida el maestro de ceremonias de ese circo cuando llegaba a la ciudad. Se hacia llamar Brody, y formaba parte de esa gran familia circense desde que era niño. No había conocido otra vida y tampoco quería una diferente.
60 años a sus espaldas dando varias vueltas al mundo, en tren, autocar, o barco,… Tantos viajes, tantos recuerdos, tanta gente que iba y venia, que se quedaba un tiempo o marchaba tras el espectáculo.
Lo que para unos era una mera diversión de tarde de domingo para Brody era su pasión, su vida. Estar en el circulo central, debajo de la gran carpa azul y blanca, le hacia sentir en casa. Seguro. Confiado. Era su hogar.

​Para muchos podía parecer algo loco estar arriba y abajo, de una ciudad a otra, sin dirección fija,… Tener una vida así a muchos les parecía demente. Para Brody y su familia ambulante era la gloria.
Recordaba con cariño a Helga una mujer forzuda que levantaba sin esfuerzo piedras de decenas de kilos. A Travis y Sonja, una pareja de acróbatas que hacían que el publico soltara Oh’s i Ah’s con cada salto mortal en el aire. Denis, un equilibrista francés que, aunque era algo pesado si te daba conversación, cuando se subía a la cuerda floja impresionaba a todo el mundo, o los Hermanos Casone, los payasos que nunca pueden faltar en un circo, y que hacen reír aunque ellos se lleven a matar en su día a día…. Decenas de artistas y técnicos y su mejor amigo, Pepo, un enano cabezón, con el que iban a dormir a las tantas de la madrugada jugando a las cartas. Para el resto, vivía en un ambiente raro pero, para el, esa era su familia.
Brody lo tenia claro: si tenia que escoger una vida, había escogido la mejor.

Pero el tiempo había pasado y Brody se sentía cansado. Quería reposo. Quería descansar. Abandono el circo y se instalo en una pequeña caravana en un pueblo cercano al mar. Quería ver el sol salir y ponerse cada día hasta que llegara el momento de partir. Y así lo hizo. El había vivido como había querido, dando la bienvenida a quien quiso, haciendo feliz a quien creyó necesario, compartiendo con quien le apetecía. Ahora tocaba desmontar su carpa y dejar otra nueva aventura atrás. Sin pena, sin remordimientos. Un final sin aplausos, sin risas, sin que nadie pasara, sin que nadie viera.

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Después de la Tormenta

4/2/2020

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​El reloj marcaba la 3:05 de la madrugada. No era una noche plácida. Había llovido. Los suelos estaban mojados y las hojas servían de alfombra a los trabajadores de la noche y los sin techo.
En esa misma calle, en el numero 22, la calma se respiraba por fin después de una tormenta que nadie vió venir. En el tercer piso, Dolores, una muchacha puertorriqueña que intentaba ganarse la vida fuera de su país, estaba tendida en el suelo con los ojos clavados en la ventana, mirando la luces de neón del local de enfrente, donde tantas veces había bailado hasta salir el sol. Era consciente que no volvería a hacerlo. Que con cada nuevo parpadeo de esas luces rosadas, su vida se acortaba un poco mas.

La noche no había empezado bien, pero nada hacia sospechar ese desenlace. Rick, un irlandés adinerado que buscaba cumplir sus fantasías antes de los 50, y con el que se habían visto 3 o 4 veces por toda la ciudad, se había presentado, empapado en su casa. Dolores le había dejado entrar y le había ofrecido una taza de té para que entrara en calor.

Rick, calado hasta los huesos, y con el nivel de alcohol mas que alto, se había abalanzado sobre Dolores, dejado llevar por su gula sexual. La joven no pudo deshacerse de él y se dejo llevar. Al terminar, Dolores se levantó. Y se fué hacia la cocina. No sin antes mirar a ese hombre, en plena resaca, que dormía en su cama. Los ronquidos se oían desde la cocina donde Dolores, se echó a llorar desconsoladamente. Maldecía su suerte, su vida, a Rick,… Echaba de menos su infancia, su Puerto Rico, su hermano, el sol,… Cogió un cuchillo. Cortó una manzana a pedazos para sacarse el mal sabor que tenia el paladar después de besar al Rick y su aliento a cigarrillos baratos.

Llamaron a la puerta cuando sonaban las campanas de las 3. Aún con lagrimas en los ojos abrió la puerta sin preguntar. Ni tan siquiera se dió cuenta de que Amanda, una rubia adicta al crack y pareja de Rick, tenia una pistola en la mano. Dos balas dejaron a Dolores tumbada en el suelo. Dos mas mataron a Rick. Otro reventó la cabeza de Amanda.

El reloj marcaba las 3:05 de la madrugada, y Dolores clavaba la mirada en las luces de neón rosado del local de enfrente. Donde tantas veces había bailado hasta el amanecer. Donde tantas veces había sido feliz. Donde ya no volvería.
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Nueva vida

3/27/2020

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Una nueva vida… Que bien sonaban esas palabras. Una nueva vida, se repetía. No sabia lo que iba a suceder pero estaba entusiasmado por la idea. Tras años ganando un buen sueldo, exprimiendo su talento para identificar el sexo de los pollos, iba a dejar ese trabajo, agarraría sus cosas y se iría a vivir a la ciudad.
No podía evitar sentir nerviosismo por la decisión tomada, pero eso no iba a impedir dejar todo lo conocido atrás y aventurarse en una experiencia que, seguramente, le cambiaria para siempre. Ni la amenaza de su pareja le pudo frenar. No dudó en cortar esa relación que lo anclaba a una falsa seguridad.
Llegó a la estación con tanta antelación que pudo recordar con nostalgia muchos momentos de su vida. Algunos tristes, otros felices, muchos que olvidaría en breve y otros imborrables ya.
Al fin el tren llegó. Subió, encontró su asiento y se quedó dormido. Los nervios y la anticipación no le habían permitido dormir ni descansar bien desde hacia días.
La voz de la megafonía del tren, avisando de la proximidad del destino final, le despertó. Justo a tiempo para observar la luz de la ciudad bajo una manta de estrellas.
La emoción inundaba cada parte de su ser. Desde la punta de los dedos que se estiraban en sus zapatos, hasta sus ojos llorosos por esa mezcla de nostalgia, incertidumbre, y deseo.
El tren llegó a la estación de destino. Había llegado a su nuevo hogar. a modo de presentación caminó hasta su nueva residencia. Una primera toma de contacto en la que pudo sentir el palpitar de la urbe, los olores de los callejones, el sonido de la noche. Pudo ver a gente que no aprecia valorar lo que él había ansiado vivir durante tanto tiempo. Fue una primera experiencia bonita. Una primera vez que no olvidaría.
Llegó al apartamento que había alquilado y, sin deshacer el equipaje miró por la ventana, antes de acostar-se. Se sentía cansado pero se sentía bien. Durmió como un bebé, con esa inocencia de sentirse en casa por primera vez, de sentir un calor nuevo,…
Al día siguiente, al despertar, rápidamente puso los pies en el suelo y volvió a mirar el paisaje.
Que bonito amanecer. Que bonita sensación para empezar el primer día. El primer día de su nueva vida.
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Lo comparto

3/26/2020

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Hoy no es un cuento. Hoy no es ficción. Hoy es tan simple como explicar como estoy, como me siento.
Llevamos casi dos semanas de encierro. Dentro de lo que cabe, lo llevo bien. Mis familiares y amigos están bien y eso me tranquiliza. Salgo a pasear a la perra y ya está. Me he puesto una rutina que sigo bastante bien (gracias Ana!), busco tiempo para desconectar, para entretenerme con algo mas ameno. A veces escribo, a veces escucho música, una película aquí, unos capítulos allá… Navego por las redes y veo que la gente esta bien. Algunos no tanto, de hecho, hay gente que esta muy cabreada, y es normal (en parte) pues la situación es dura. Otros por el otro lado, parecen estar eufóricos y son mas felices que nadie haciendo sus fiestas, o sonriendo a la vida. Las dos opciones me parecen bien y comprensibles.
Como casi siempre, me siento en un punto medio. No estoy cabreado con el mundo pero tampoco estoy tan feliz como para celebrar cualquier cosa.
Para que engañaros, tengo miedo. Si. Lo tengo. Tengo miedo de lo que pasará, de como se solucionará, de cuando,… Sufro con las noticias de aquí y del resto del mundo. Me sabe mal por los que están muriendo y por sus familiares. Me preocupa que va a pasar cuando esto pase, y tengamos que hacer frente a otros problemas que vendrán…
Hay momentos que me invade mucha tristeza, intento que no vaya a mas, pero cuando eso pasa es cuando me doy cuenta de lo solo que me siento, de lo que echo de menos poder hablar con la gente que aprecio, y echo de menos saber que nos podemos ver en algún momento, y hablar de cosas que ahora no podemos hacer, y sentarnos en una terraza y respirar el aire contaminado de la ciudad, que ahora mataríamos por respirar. Incluso echo de menos los turistas que invadían las calles de Barcelona. Echo de menos las miradas, los aromas, los perfumes, los malos olores también, los gritos, las palabras dulces, las conversaciones alegres, y las que no llevaban a ningún sitio. El estrés de la ciudad, el ir al cine, al teatro, a casa de alguien. Cenar en un restaurante y tomar una cerveza en local siguiente…  El saludar a un amigo, la palmadita en la espalda de un profesor, el abrazo de alguien querido, el besar con un “Hola” o un “Adiós”… Si. Lo echo de menos. Supongo que como mucha gente. Pero como parece que nadie lo dice pues lo digo yo.
Y es que, disculpadme que lo comparta pero creo que es sano que lo podamos hablar abiertamente. Porque hacer zumba con una pantalla esta bien, o ver conciertos que cierto artista haga desde el comedor de su casa es curioso,… Pero en algún momento hay que soltar lastre y que mejor manera que compartir inquietudes, problemas y angustias. Como hacíamos antes, como volveremos a hacer.


Insisto, lo llevo bien… Dentro de lo que cabe. Y lo comparto.

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Su Momento

3/23/2020

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No era el mejor día. No eran las mejores condiciones. Tenia miedo. Pero tenia ganas. Estaba decidido. Lo iba a hacer, dándolo todo.
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Y empezó a caminar. El camino no era recto, ni plano. El objetivo era llegar hasta arriba. Con el, todo lo que creía que le iba a ser útil. Ropa cómoda, una brújula, agua, y varios objetos en su mochila impermeable.
El primer tramo fue sencillo. Fue una toma de contacto con el terreno. Se acostumbró a pisar donde debía y eso le ayudo a ganar seguridad para los cambios que vendrían. Respiraba tranquilo, aunque mantenía la tensión para que nada le pillara desprevenido.

Ya en el segundo segmento la aventura empezó a ponerse interesante. La presión empezaba a notarse y no respiraba igual de bien. Los pasos comenzaban a ser mas cortos y tuvo que hacer alguna parada. En una de ellas, cogió su diario para apuntar pensamientos que le venían a la mente. Mientras lo hacía, se dijo:
-Para que quiero yo todo esto?
Y lo dejó allí.
Sin ese peso, sin sus notas, sin sus recuerdos escritos, pudo seguir, mas ligero hasta el objetivo final.

Ya en la tercera etapa, sintiéndose mas ligero, notaba el cansancio aunque la ilusión por el viaje que estaba haciendo era mas poderoso. Sintió que debía parar y comer. Y así lo hizo. Se sentó en una roca, y saco de la mochila un hornillo, la cacerola, y una lata de comida en conserva. Lo calentó y se lo sirvió en el plato que tenia. El aroma de la comida atrajo a animales de la zona que aparecieron a su alrededor, Ardillas, conejos, una familia de jabalíes… Un público muy variopinto que parecía disfrutar viéndole comer. Entre todos los asistentes, le llamó la atención un tejón y su cría. Ésta parecía no estar bien. Parecía tener hambre. El miró su plato y se dijo:

-No lo necesito. Puedo espabilarme yo solo.

Cogió el plato y lo dejó ahí para que el pequeño tejón lo disfrutara. También dejó sus provisiones ahí para que los demás tuvieran su parte.
El cogió una manzana de un árbol y se la comió mientras recordaba lo feliz que el animal estaba al comer y lo bien que se había sentido haciéndolo.

La cima se veía cerca, aunque aun quedaba la parte mas difícil del viaje. El tramo era abrupto y empinado, y el frío empezaba a ser considerable. Sacó de su mochila una chaqueta. Aún se sentía pesado. Pero no estaba convencido de dejar nada mas. Ya había dejado muchas cosas por el camino y, aunque se sentía bien, no quería dejar mas cosas atrás. Volvió a mirar hacia arriba. Vio como el sol iluminaba el sitio al que tenía marcado llegar.
Estaba a punto de conseguirlo. Para que necesitaba mas ropa? Para sentirse mas protegido? La dejó ahí. Para que necesitaba una navaja ahora? Era jugársela a lastimarse ahora, tan cerca del final, También la dejó. Ya había dejado atrás el peso muerto de sus recuerdos, y se liberó de la dependencia en forma de comida que el mismo pudo gestionar por el camino. La brújula le servia por si se perdía pero… como se iba a perder si ya sabia donde iba? Ahí se quedo. Entonces, de que le servía tanta mochila.
​Se deshizo de ella. Y sin mirar atrás empezó a escalar. Un pie tras otro, una mano y después la siguiente. Solo mirando hacia adelante. Y así, poco a poco, pero seguido, se plantó en la cima. Donde había querido llegar. Lo había conseguido. Contempló las vistas. Nunca pensó que pudiera ver algo tan bonito. Respiró hondo, lloró de alegría por el esfuerzo realizado y se felicitó por ello.


No sabía cuál seria el próximo reto, pero si había conseguido éste, lo que viniera también lo podría superar.

No era el mejor día. No eran las mejores condiciones. Tenia miedo. Pero tenia ganas. Estaba decidido. Lo iba a hacer, dándolo todo…

Y lo hizo. ​

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Familia

3/20/2020

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​-Mamá! Papá! Ya es la hora! Ya empieza!.- gritaba Matías con mucha ilusión.
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Ya habían pasado siete días desde el ultimo programa. Era el mejor momento de la semana para él. Entre la escuela, las clases de piano, las clases de natación, los deberes,… No tenia tiempo para disfrutar de su programa favorito. Ese concurso era genial para Mati. Pero lo mejor no era que saliera gente conocida a la que admiraba, o que le hiciera reír un tipo vestido de mexicano a lomos de un burro,… Lo mejor para el era poder estar con sus padres. Los tres juntos al fin.
Inés, su madre, no siempre podía estar en casa por los turnos en el hospital, y su padre, Jaime, se traía todo el papeleo que no había podido terminar durante el día.
El pequeño (que siempre decía que no era pequeño, “que ya soy mayor!”) deseaba que llegara esa noche para poder estar con los dos. Para poder estar los tres juntos. Para poder reir, para verles sonreír y sentirles cerca para variar.
Los dos adultos vivían juntos sus vidas separadas. Eran mas compañeros de piso que una familia, o así lo sentían a veces. Llegaban a casa y necesitaban buscar un espacio para aislarse el uno del otro. Y Matías lo veía, lo notaba. Cuando escuchaba como se hablaban a escondidas en la cocina, cuando Inés llegaba por la mañana, o cuando Jaime despotricaba en su despacho.


Esa noche Jaime le había pedido disculpas a Inés mil veces, pero ella ya estaba harta. No podía mas. Necesitaba aire, necesitaba espacio, necesitaba libertad… No se podía alargar lo insoportable. Ni por ella, ni por su marido,… ni tan siquiera por Matías. El único nexo que ya existía entre ellos dos. Se lo habían dicho todo cuando, desde la sala de estar, escucharon:
-Mamá! Papá! Ya es la hora! Ya empieza!.
Los dos se miraron, se secaron las lagrimas, y respiraron profundamente, antes de salir por última vez juntos de esa habitación.
Los tres compartieron ese momento juntos, por última vez. Ninguno lo olvidó jamas. Jaime, siempre lo recordó por la frustración de no poder ser mejor esposo y padre. Inés, por haber tomado una decisión tan importante y que, con el tiempo, fue positiva para ella. Matías siempre guardó esa noche como la última noche que tuvo una familia.
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