14 días, 7 horas y 24 minutos. Ese era el tiempo que había pasado desde la ultima vez que había interactuado con otro ser humano. Solo, en medio de ese desierto el mundo le parecía mas grande, la vida mas larga, y los problemas domésticos, menos problemas. En ese lugar ya poco importaba el precio del gas, o si el vecino hacia zumba a primera hora de la mañana. Nada se podía ver del mismo modo nada de lo que antes le parecía normal. No se podía ver ni a el mismo con la misma lente. Hasta ese viaje, el se veía como un cobarde, sumiso, producto de una vida intentando agradar a los otros. Sin ofender a nadie, ni levantando la voz. Callando aunque estuviera gritando por dentro. No haciendo daño a nadie, menos a él mismo.
El reto que le lanzó su hermana parecía estar dando resultado. Salir de su casa, su calle, su ciudad. Cargarse una mochila a la espalda y recorrer algún sitio exótico, que fuera nuevo para él. Sin saber muy bien porque lo había aceptado. Bueno, si que lo sabia. Por no decir que no a la chica. Caminaba y caminaba, y pensaba y pensaba. Por la noche, se tumbaba al calor de una hoguera, y contemplaba las estrellas, que brillaban mas en esos lares. Pensaba en como había llegado hasta ese punto. No todo le parecía bien. De hecho, mas de un día iba a dormir enfadado o triste. Pero al final se dormía, y al amanecer no tenia mas remedio que seguir adelante. Y lo hacia. Estaba solo, y no podía hacer nada para solucionarlo. Alguien dijo alguna vez que es en soledad cuando estamos menos solos. En su caso, así era. Ni alguna rata solitaria que se acercaba, atraída por el calor y el olor a comida, era una compañía que le llenase. No estaba orgulloso de el, ni de su vida pero al menos había podido llegar a ese momento y darse cuenta de ello. De que era capaz de despertarse cada día y seguir adelante, que podía cargar la mochila y no quedarse quieto, y, lo mas importante, que aunque no tuviera a nadie cerca, siempre se tendría a si mismo.
El reto que le lanzó su hermana parecía estar dando resultado. Salir de su casa, su calle, su ciudad. Cargarse una mochila a la espalda y recorrer algún sitio exótico, que fuera nuevo para él. Sin saber muy bien porque lo había aceptado. Bueno, si que lo sabia. Por no decir que no a la chica. Caminaba y caminaba, y pensaba y pensaba. Por la noche, se tumbaba al calor de una hoguera, y contemplaba las estrellas, que brillaban mas en esos lares. Pensaba en como había llegado hasta ese punto. No todo le parecía bien. De hecho, mas de un día iba a dormir enfadado o triste. Pero al final se dormía, y al amanecer no tenia mas remedio que seguir adelante. Y lo hacia. Estaba solo, y no podía hacer nada para solucionarlo. Alguien dijo alguna vez que es en soledad cuando estamos menos solos. En su caso, así era. Ni alguna rata solitaria que se acercaba, atraída por el calor y el olor a comida, era una compañía que le llenase. No estaba orgulloso de el, ni de su vida pero al menos había podido llegar a ese momento y darse cuenta de ello. De que era capaz de despertarse cada día y seguir adelante, que podía cargar la mochila y no quedarse quieto, y, lo mas importante, que aunque no tuviera a nadie cerca, siempre se tendría a si mismo.